Los Nómadas, en cambio, sabemos que no nos mimetizaremos con la cultura local, por más que nos atraviese y hasta nos enamore. Sabemos que en algún tiempo nos iremos a otros rumbos. Los Nómadas, en cambio, sabemos que no nos mimetizaremos con la cultura local, por más que nos atraviese y hasta nos enamore. Sabemos que en algún tiempo nos iremos a otros rumbos. Somos los que no tenemos ciudad fija de residencia, nuestra ciudad cambia cada tantas temporadas, dependiendo de contratos de trabajo nuestro o de alguno de los miembros de la familia, nuestro mindset es muy diferente al de otros extranjeros que echan raíces.
A los ojos de algunos esta forma de vida es agotadora; para mi ¡es fascinante!
Empacar y desempacar viene aparejado de muchas cosas. Viene de la mano de despedidas, de desafíos, de soledad, de sentirse perdido en cosas básicas. Sin embargo, mudarse de una ciudad a otra trae un sinfín de oportunidades.
Las mudanzas me dan adrenalina. Si bien la mudanza en sí es agotadora, el cambio de aire es renovador y alentador. Tendremos que hacernos nuevos amigos y salir una vez más, a la calle a ver donde está cada cosa. Volver a armarnos una rutina, muchas veces restablecer roles familiares. Sin duda en cada mudanza hay un cambio de vida, lleno de oportunidades.
En el cambio, también, se deja algo. Saber qué son las cosas que uno no quiere dejar, nos permite transitar estos cambios de una manera mas liviana. Claro que esto se adquiere con tiempo y la sucesión de mudanzas! Pero si desde el comienzo prestamos atención, agudizamos el ojo y evitamos cometer errores. Además de los temas prácticos, también están los temas profundos. Que dejo y que me llevo de cada lugar. Cuando yo parto de una ciudad, parto con entusiasmo. Esto no quiere decir que no me de tristeza despedirme de amigos, rutinas, lugares. Mi mindset es diferente, por delante tendré otras rutinas, otros amigos y lugares por descubrir.
Sin duda, lo mas difícil de esta vida Nómada son las despedidas. Sin embargo, las despedidas que no son de mi ciudad natal, donde esta mi familia, son despedidas abiertas. Son ciclos que se cierran pero que se abrirán otros ciclos. Una amiga poeta, entre tantas otras cosas, escribió una poesía sobre las “Amigas del Camino” donde habla de esos amigos que lo son todo en donde vivimos pero que no son los amigos de la infancia, ni estarán con nosotros siempre, pero que se encuentran en la misma situación y somos todo en esa circunstancia.
Además de amigos (y a veces alguna poesía!), de cada cultura me llevo algo. Una forma de mirar las cosas desde otra perspectiva, modos de actuar frente a situaciones, cosas que he dejado que me atraviesen. A veces son cosas simples, otras son mas profundas. Puede ser la forma de conducir mi coche, el respeto, la alegría, el silencio.
Cuando este proceso lo hacemos con niños, es aun mas difícil despedirse de los amigos. En nuestra primer mudanza, mis hijas no querían dejar a sus amigos, por más que yo les explicara que los amigos no se pierden, sino que se suman, no lo veían. Hasta que algún amigo viajó para visitarnos. Ahí recién, entendieron que esos amigos siguen estando. Hoy la tecnología nos ayuda mucho, aunque dependiendo de la edad de los niños, exige mucho esfuerzo de los padres que esos chicos sigan conectados y puedan tener una relación.
Muchos padres, después de sucesivas mudanzas, se replantean si esta vida es buena o no para sus hijos. Tantas despedidas, tantas perdidas, tantos reacomodamientos, tantos escuelas nuevas, tantas adaptaciones.
Yo estoy convencida que esta vida es la mas rica que les puedo dar a mis hijas. Claro que han sufrido y claro que eso duele como madre, pero la ganancia y la forma en que se van forjando sus seres me sigue inclinando la balanza en su lado positivo.