Nuestra vida, que muchas veces se puede ver desde afuera como desordenada, se ve perfectamente ordenada en capítulos, donde uno sucede al otro. Tenemos bien claro que primero vivimos en tal ciudad y luego en aquella otra; no se nos confunden. También sabemos bien que hicimos en cada lugar, aunque muchas veces lo olvidemos, pero si hacemos el esfuerzo, nos viene a la mente.
Para muchos vivir en un esquema así puede ser agotador. Yo, sin embargo lo encuentro ¡liberador!
Las personas, nos contamos nuestra propia historia y a partir de ella nos comportamos. La historia que nos contemos y repitamos en diferentes situaciones definirá la forma en que nos comportemos. Esto no quiere decir que podamos inventarnos cualquier historia, sino que, a partir del relato, me creo la historia. Como cuando nos han contado tanto una anécdota de niños y luego, la recordamos como propia. La mente va armando a partir de estos relatos la “verdad” de nuestra historia.
A lo largo del camino he conocido personas con la que me he reencontrado tiempo después en otra ciudad y las percibo con vidas completamente diferentes. En una ciudad han sido 100% madres dedicadas y en otras organizadoras de eventos sociales, profesionales muy enfocada en su trabajo… Yo misma me he reinventado en cada ciudad donde estuve.
Empezar una página en blanco en una ciudad nueva es desafiante. A la vez una página en blanco nos da la libertad de elección. Muchas veces nos vemos encasillados en algún rol del que no podemos salir. Muchas veces hacemos lo que podemos.
No estoy hablando de inventarnos una historia que no nos pertenece, sino que tenemos la oportunidad de salir del lugar en el que estábamos, que de pronto no nos resultaba tan cómodo y ponernos en otro diferente. Nos da un aire nuevo y con ese aire, un abanico de posibilidades. A veces podemos probar cosas que no teníamos tiempo de hacer, otras veces nos invitan a participar en algo que no habríamos ido si no nos llevan.
Recuerdo que cuando llegué a Brasil, una amiga me dijo que me vendría muy bien enseñar español, porque tengo mucha experiencia en Capacitación, hablo español y la enseñanza del español tenia una gran demanda. A mi me pareció una locura y no había nada que me pareciera menos profesional que ponerme a dar clases de algo que sé, pero para lo que no estaba preparada.
Un año más tarde, mi amiga estaba por tener su segundo bebe y me pide que le de clases a sus 2 alumnas de español que tenían que presentar sus tesis y que no podía abandonarlas. Medio que obligada, tomé a las 2 alumnas. ¡Estudiaba tanto tanto antes de darles clase! Me hizo tan bien hacerlo que yo bromeaba que yo les tendría que pagar a ellas.
Tanto lo disfruté, que comencé a enseñar a otras personas. Lo hice 2 años, hasta que nació mi segunda hija. Una de mis alumnas, se convirtió en mi madre postiza, a la vez que hacía su doctorado.
Nunca más volví a tocar los libros de español para extranjeros. Hoy no lo cuento como parte de mi experiencia laboral. Sin embargo, fue un capítulo, que en su momento disfruté, del que tengo excelentes recuerdos y que nunca imaginé que haría.
Ser un Nómada nos obliga a no tener una vida lineal, sin embargo nos brinda la riqueza de tener facetas diferentes que nos enriquecen.